sábado, 21 de abril de 2007

De buen humor

¿Sabría decir con exactitud para qué se utiliza la expresión 'estar en los caganiales' o qué significa la palabra 'compostra'? ¿Le gustaría saber por qué al más ingenuo se le equipara con 'perantón' y al más despistado, con 'perdigalla'? Es probable que todo esto le suene a cuento chino. Considero. Para no 'marrotar' ni estropear la historia, le contaré que son algunos de los vocablos que los vecinos de Castrillo de Onielo han adquirido como suyos propios, introduciéndolos en su lenguaje común, haciéndolos vehículos conductores de sus diálogos y conversaciones más cotidianas. Palabras que lenta y 'acalcuzadamente' se van perdiendo y que los castrilleros se reniegan a depositar en el olvido generacional. De ahí que las integrantes de un Aula de Cultura promovido por la asociación Virgen de la Paz editaran hace años el librillo 'Castrillo de Onielo. El Ayer', en el que no solo recogían, a modo de diccionario rural, estas palabras y su significado, sino también una extensa lista de nombres propios que han caído en desuso, que hoy en día llama la atención escuchar, y a más de uno le cuesta pronunciar. Asclepiades, Onesiforo, Sinforoso o Rutilio, para ellos. Gliceria, Bibina, Eligia, Macrina o Eleuteria, para ellas. La obra, dirigida y coordinada por el misionero comboniano Ampelio González Aragón, natural de la localidad, recoge también la trayectoria histórica de Castrillo, la toponimia o el patrimonio, además del relato de las costumbres y las fiestas de antaño, como la de la matanza, la de las Letanías o la del Corpus, cuando los pastores no soltaban las ovejas al campo y compartían un día de celebración, jugando a la pelota o a la petanca. «Estas historias tan entrañables están ilustradas con fotografías antiguas que han aportado los vecinos. Merece la pena echar un vistazo al libro, porque supone conocer un poco mejor nuestro pueblo y nuestro pasado», reconoce Petra Aragón, concejal del Ayuntamiento y una de las autoras del libro. Entre los recuerdos del ayer destaca uno en especial: el de la Semana Santa. Cuando los vecinos participaban en las representaciones teatrales de Jueves Santo y Viernes Santo, recorriendo las calles, escenificando la historia cristiana sobre improvisados escenarios. «La iniciativa, que combinaba el sentir religioso con la afición teatral y el respeto, partió del maestro Orencio Palacios y del sacerdote Elfidio Gómez. Gracias a ellos se vivía la Pasión de otra manera más participativa», señala el alcalde, Jesús Duque. Muy emotivoMientras, Francisca Antolín adelanta la conversación para matizar que a pesar de lo rudimentario que hoy pueda parecer, la experiencia fue muy aplaudida décadas atrás. «Era muy sencillo. Se procesionaba en carros o remolques y cada uno se vestía con los cobertores que hacían las veces de colchas. Pero era tan emotivo, se hacía con tanto sentimiento, que merecía la pena verlo. Acudía mucha gente de la comarca», agrega Francisca, que lamenta que esta costumbre se perdiera con los años. A estos apuntes que guardan por escrito la historia de Castrillo, hay que sumar el estudio realizado en el año 2002 por González Aragón. Se trata de un análisis histórico, genealógico y demográfico del último siglo, desde el año 1900 hasta el 2000. El autor, ya fallecido, explica que durante la última centuria nacieron 1.606 personas en Castrillo, que el año 1941 fue el de mayor crecimiento con 41 nacimientos, 21 varones y 20 mujeres, y que la cifra de natalicios descendió en los años setenta y ochenta hasta caer en picado en los noventa. «Ampelio dedicó tiempo y esfuerzo, acudía a la iglesia para analizar los archivos parroquiales. Gracias a él hoy podemos disfrutar de un informe tan completo», explica Aurora Cítores, que apunta que tras varios años sin niños, en el 2004 nació el «último juguete del pueblo».Un estudio que los castrilleros valoran también por la persona que lo realizó, por el religioso al que todos veían como un amigo que dedicó su vida a prestar ayuda en el Tercer Mundo y que falleció hace cuatro años cuando trabajaba como misionero en una de las zonas más pobres de África. «Fue una gran persona, un gran amigo y un amante de su pueblo», manifiesta Ampelio Moreno, que finaliza sentenciando que la unión vecinal inculcada por el misionero comboniano es lo que ha hecho posible que salgan adelante proyectos culturales de envergadura, «como aquellos libros o como las obras de rehabilitación de la ermita de la Virgen de Villagustos, que estamos llevando a cabo los propios vecinos». Porque al final, los castrilleros no son de esos caganiales que quieren estar en todos los sitios y en ninguno a la vez. Tampoco compostras, resabidos o sabiondos. Solo son maestros del buen humor, artífices de la unión.

Fuente: El Norte de Castilla

No hay comentarios: